domingo, 21 de febrero de 2016

Pintura y sociedad en Velázquez

Las meninas, 1656
En la asignatura de Historia de 3º de ESO teníamos el reto de estudiar el siglo XVII en España y en Europa. Me decidí por la vida y la obra del pintor, DIEGO VELÁZQUEZ (1599-1660) como hilo conductor para entender y descubrir aquella. De esta manera, estamos realizando un proyecto así titulado que comprende los distintos aspectos de esa centuria. Los cuadros del artista sevillano, a lo largo de su trayectoria son el mejor estímulo para hacer coherente el proceso de aprendizaje. Tuvo en vida una fama y prestigio excepcional, porque además de ser nombrado muy joven Pintor de Cámara, llegó a ser Aposentador de Palacio, amigo del rey Felipe IV, que le nombró en 1658 miembro de la Orden de Santiago, privilegio de la más alta nobleza.

La vieja friendo huevos, 1618
La vida de Velázquez estuvo unida a la del propio rey, que es la máxima autoridad política, social y económica del momento. Por tanto, a su talento excepcional, se unió unas posibilidades de aprendizaje y de relación social muy diferentes a los demás artistas de su época. Así, se formaría en el taller de su suegro Francisco Pacheco, para llegar a la corte madrileña en 1623, apoyado por el mismo valido del rey, el Conde-Duque de Olivares. Vino avalado por su calidad como retratista que desarrollaría especialmente en este periodo hasta el final de su obra. Retrataría a la familia real al completo en primer lugar; a los servidores más próximos, y hasta a el mismo Papa Inocencio X.

La rendición de Breda, 1635

A diferencia de sus contemporáneos, no pintó tanta pintura religiosa al estar al servicio del rey, pero si de carácter mitológico, que el le daba un aspecto de pintura de género, que practicó en su juventud, pintura de historia y paisaje. Se formó en Sevilla donde recibió la influencia del Tenebrismo y el Naturalismo de Caravaggio. Luego en Madrid, al tener acceso a las colecciones reales. Subrayar que Felipe IV fue uno de los más importantes coleccionistas de pintura en su época al que sirvió en esta faceta. Los dos viajes a Italia, para comprar obras de arte, (1629-1631 y 1649-1651) le permitieron, además de recorrer distintas ciudades y vivir en Roma, conocer la pintura de su tiempo, especialmente la veneciana.

La fragua de Vulcano,  1630

Su estilo evolucionó, por tanto, a lo largo de su vida, se fue enriqueciendo con el estudio y el contacto con otros importantes artistas de su tiempo como Rubens, que estuvo en Madrid en 1628. Un estilo portentoso que como se ha dicho convierte a la pintura en un arte exclusivamente viual, mediante el empleo de la luz y el color, de la llamada perspectiva aérea, la que capta la atmósfera entre el espectador y los objetos, que tienen diferentes iluminaciones, que disuelven sus contornos o los precisan más. El artista desarrollará una pincelada suelta y formalmente abocetada que le permite representar mejor el ambiente, buscando la impresión visual.

Las hilanderas, 1655-1660

Velázquez es el mejor pintor para estudiar una época. Estuvo en lo más alto de la pirámide social. Convivió con el monarca, cuando estos eran absolutos, y sus servidores más próximos, los validos, los auténticos poseedores del poder, la nobleza, y el personal de compañía y entretenimiento, que nos informan de la desigualdad de la estructura estamental. A todos los representó según su rango y función social, con una extraordinaria profundidad psicológica. A partir de todo ello, nos podemos hacer una idea de la importancia de la religión, el honor asociado al nacimiento, la formación intelectual dentro de la cultura del Barroco.

sábado, 6 de febrero de 2016

Obras maestras de Ingres

La gran odalisca, 1814
El Museo del Prado organiza una extraordinaria exposición dedicada a la trayectoria artística del pintor  francés Jean-Auguste-Dominique INGRES (1780-1867). Pocas veces se reúne en una muestra de este tipo las obras más importantes de un artista como sucede en este caso, y además, ser uno de los hitos esenciales de la Historia del Arte. Por tanto es una oportunidad excepcional de conocer y entrar en contacto con una clase de pintura propia de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.

Louis-François Bertin, 1832

Comprende dibujos y pinturas de difierentes tamaños. Los distintos géneros practicados por el artista: pintura de historia, retratos, desnudos, y de carácter religioso. Ingres fue un artista muy concienzudo y pefeccionista. En algunas composiciones realizó numerosos dibujos preparatorios antes de llevarlas al lienzo, en incluso después. Este carácter meticuloso le llevó a minusvalorar el retrato, aunque fue admirado en su tiempo por la maestría en la representación del carácter del modelo. En la exposición los tenemos a lápiz, y una serie de sus principales obras al óleo: Los dos retratos de Napoleón, uno en su trono como emperador, y otro, de pie, como primer cónsul; el del Señor Bertin, prototipo del burgués, y el famoso de la Condesa d´Haussonville.

Edipo y la esfinge, 1808

Fue criticado como defensor de la norma artística en un tiempo en el que se exaltaba el subjetivismo romántico que defendió Delacroix. Por ello recibió el calificativo de reaccionario, aunque Ingres tuvo un criterio propio que permite situarle más allá de cualquier clasificación que se le pudiese dar. Queda claro que fue atraido por el pasado clásico y por el arte de Rafael. Unió unas extraordinarias dotes para el dibujo a un gran talento para el color. Tuvo un impulso romántico de búsqueda de la belleza ideal. Lo podemos ver en la representación de la pintura de historia en la que llevó al lienzo los mitos clásicos de la literatura grecolatina, de Homero y Virgilio, además de las llamadas pinturas troubadour, donde admiró los artistas del pasado, como en el cuadro titulado, Rafael y La Fornarina.

El baño turco, 1862

El único cuadro conservado en España pertenece a la Casa de Alba. No es casualidad porque el XIV duque, Carlos Fitz-James Stuart y Silva, le encargó dos obras, una de ellas, representada por un dibujo, se titula, Felipe V impone al duque de Berwick el Toisón de Oro en 1707. Por otra parte, los desnudos femeninos ocupan un papel esencial por el carácter hedonista y erótico. Destacan tres ejemplos de primer orden: La gran odalisca, acompañada por una versión en grisalla y un dibujo; la Angélica, liberada por Ruggiero; y El baño turco, una pintura circular que como un ojo descubre un cúmulo de desnudos donde se exalta la curva como forma perfecta.

La condesa d´Hausonville, 1845

La pintura religiosa forma un capítulo a parte donde el artista empleó muchos esfuerzos. Sobresalen tres obras: Juana de Arco en la coronación de Carlos VII en la catedral de Reims, donde se autorretrata el pintor como escudero de la santa; La Virgen adorando la Sagrada Forma; y Jesús entre los doctores, pintura monumental e inacabada.