sábado, 6 de febrero de 2016

Obras maestras de Ingres

La gran odalisca, 1814
El Museo del Prado organiza una extraordinaria exposición dedicada a la trayectoria artística del pintor  francés Jean-Auguste-Dominique INGRES (1780-1867). Pocas veces se reúne en una muestra de este tipo las obras más importantes de un artista como sucede en este caso, y además, ser uno de los hitos esenciales de la Historia del Arte. Por tanto es una oportunidad excepcional de conocer y entrar en contacto con una clase de pintura propia de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.

Louis-François Bertin, 1832

Comprende dibujos y pinturas de difierentes tamaños. Los distintos géneros practicados por el artista: pintura de historia, retratos, desnudos, y de carácter religioso. Ingres fue un artista muy concienzudo y pefeccionista. En algunas composiciones realizó numerosos dibujos preparatorios antes de llevarlas al lienzo, en incluso después. Este carácter meticuloso le llevó a minusvalorar el retrato, aunque fue admirado en su tiempo por la maestría en la representación del carácter del modelo. En la exposición los tenemos a lápiz, y una serie de sus principales obras al óleo: Los dos retratos de Napoleón, uno en su trono como emperador, y otro, de pie, como primer cónsul; el del Señor Bertin, prototipo del burgués, y el famoso de la Condesa d´Haussonville.

Edipo y la esfinge, 1808

Fue criticado como defensor de la norma artística en un tiempo en el que se exaltaba el subjetivismo romántico que defendió Delacroix. Por ello recibió el calificativo de reaccionario, aunque Ingres tuvo un criterio propio que permite situarle más allá de cualquier clasificación que se le pudiese dar. Queda claro que fue atraido por el pasado clásico y por el arte de Rafael. Unió unas extraordinarias dotes para el dibujo a un gran talento para el color. Tuvo un impulso romántico de búsqueda de la belleza ideal. Lo podemos ver en la representación de la pintura de historia en la que llevó al lienzo los mitos clásicos de la literatura grecolatina, de Homero y Virgilio, además de las llamadas pinturas troubadour, donde admiró los artistas del pasado, como en el cuadro titulado, Rafael y La Fornarina.

El baño turco, 1862

El único cuadro conservado en España pertenece a la Casa de Alba. No es casualidad porque el XIV duque, Carlos Fitz-James Stuart y Silva, le encargó dos obras, una de ellas, representada por un dibujo, se titula, Felipe V impone al duque de Berwick el Toisón de Oro en 1707. Por otra parte, los desnudos femeninos ocupan un papel esencial por el carácter hedonista y erótico. Destacan tres ejemplos de primer orden: La gran odalisca, acompañada por una versión en grisalla y un dibujo; la Angélica, liberada por Ruggiero; y El baño turco, una pintura circular que como un ojo descubre un cúmulo de desnudos donde se exalta la curva como forma perfecta.

La condesa d´Hausonville, 1845

La pintura religiosa forma un capítulo a parte donde el artista empleó muchos esfuerzos. Sobresalen tres obras: Juana de Arco en la coronación de Carlos VII en la catedral de Reims, donde se autorretrata el pintor como escudero de la santa; La Virgen adorando la Sagrada Forma; y Jesús entre los doctores, pintura monumental e inacabada.

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