domingo, 18 de enero de 2015

La pintura de Manet

El almuerzo sobre la hierba, 1863
En la segunda mitad del siglo XIX se producen dos cambios esenciales en la pintura: el técnico en la aplicación del color, relacionado con la captación de la luz, y el temático en cuanto a la observación de la vida contemporánea. En los dos aspectos brilló de manera especial el pintor francés, Edouard Manet (1832-1883), clasificado hoy como precursor del Impresionismo, con el que tendrá una influencia mutua. 

El pífano, 1866
El artista estudió a los grandes maestros europeos a los cuales parodia desde el punto de vista temático. De esta manera, el famoso cuadro, El almuerzo sobre la hierba alude a la Fiesta Campestre de Giorgione, sin atender a la belleza formal del cuerpo femenino, ni a representar una escena pastoril, en un paisaje idílico. Esta trasformación de la idealización por la inmediatez causó un gran escándalo y fue rechazado en el salón oficial. Uno de sus mejores defensores fue el escritor Emile Zola, crítico de arte, de quien pintó un retrato lleno de referencias a la obra de Manet.

Retrato de Emile Zola, 1868
La portentosa técnica suelta y precisa de Velázquez y Goya influyó en su estilo para proporcionarle una pincelada más libre que la tradicional. Se consigue, así, una factura abocetada del cuadro, atendiendo menos a la profundidad, que a la superficie del lienzo. El estudio de los efectos del color son más importantes que el asunto representado. Si todavía supo captar de estos grandes maestros algunos detalles compositivos, que él les dio naturalidad, de los jóvenes impresionistas, asimiló su interés por la pintura al aire libre y la incidencia de la luz, que él incorporaría a sus cuadros a partir de los años 70. Manet, por tanto, se convierte en un punto de inflexión en la historia de la pintura que vamos a estudiar en este periodo.

El bar del Folies Bergere, 1882

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